Narrativa
Luz irregularSilvia Eugenia Castillero
Caracol
De fiebre sobre los pechos, el deseo escurre; rumor de espuma en los poros, la piel se vuelve bramar marino de caracol. Espera la tarde, las calles se alejan en la luz. Sitiados por una eternidad de arena en la escalera, nuestros cuerpos comienzan a curvarse al borde del abrazo. Somos sombras sin color, contorsión perdida en el océano: un remolino obstinado en girar sin fin. En la ciudad que rueda sus aspas de molusco, contrastan como imposibles anémonas amantes, el resplandor de piernas y brazos.
Porque partimos al acabar el sueño, el caracol desaparece.
Cocuyos
Los habitantes de la tierra que se fue quedando baldía notaron de pronto la fuga de formas equívocas. Salían del río seco. Partían igual que todos en el pueblo, aunque ellas iban en grupo. Una tarde de verano, muchos años atrás, llegaron para asentarse en el brazo fangoso del río, húmedo entonces gracias a las lluvias. Cuando también la lluvia se ausentó, las formas dejaron de parecer insectos acuáticos e inapresables, y aprendieron a volar para sobrevivir a la sequía. Y hasta el aire se pudrió, se hizo hueco, desde que los zopilotes se negaron a comer la carroña de los animales muertos que la gente había abandonado al irse. Pero como todavía brillaba el sol a diario, las formas se llenaron de luz y huyeron una noche sin luna, aparentando ser polvo de estrellas.
El alto cedro
El alto cedro se desprende en ramas heridas, ramas desvaneciendo entre savia, ramas ardientes, madera astillada y hueca, vacía su médula por el fuego. Incisivo. El alto cedro posee entre sus ramas un águila, o tal vez un nido de águila; el recuerdo del águila y su nido, el vuelo más alto del águila. No el águila. Posee en la claridad de su brillo, de su incendio —en su propio corazón que arde en cientos de lascas— los rayos del sol, el resplandor del sol, las tribulaciones del recuerdo. El águila madura —en vuelo— alegre en su disolución. Entre el querer y el deseo arde ella, arde en el alto cedro, arde embelesada. En el alto cedro, en el abismo —entre recuerdos— como vuelo de águila. Como en un nido. Arde.
Tomado de «Material de lectura», UNAM. Descarga el libro completo.