Poesía

Lejana

Luis Rico Chávez

I

Soledad
luna
a veces sol
edad

tiempo agonizante
inmóvil

noche: una imagen ausente en la distancia
día: imágenes falsas derribadas por el viento

mi alma sin edad
sin sol
luna
día
noche

mi vida sin tiempo
en ruinas
polvo
mi vida soledad.

 

II

Un hombre solitario moldea
sobre nocturnas paredes
el universo.

Desliza su mirada
por infinitas distancias:
se diluye en caricias
lejanas, dormidas, muertas.

La pared va nublándose
con las miradas perdidas
en el punto exacto
que consume el tiempo.

 

III

Este otoño parece
un invierno solitario
y moribundo.

En el horizonte
se borran envejecidas
las hojas del libro que te escribí:
caen
gota a gota
se arrastran
extrañándote
sollozan palabras
falsas y agónicas:
amor, vida
se ahogan
en un ocaso lluvioso
que borra la sonrisa.

Este otoño parece
nuestra historia
sobre hojas envejecidas.

 

IV

Aquella noche gris
el mar nos regaló
el beso blanco
de su espuma indiferente.

Nació en tu pecho
la música ebria
de los pájaros
del placer furtivo.

Caímos
en el arrullo
de la naturaleza
que envuelve
a los amantes infieles
a los que tienen
el infausto destino
de amarse
la primera
y la última vez.

 

V

Resuena en mis recuerdos
tu piel estremecida.

Navego mar adentro
hasta horadar
la humedad de tu piel.

Tu cuerpo
amaina mis velas
inunda mi mástil.

Tu cuerpo
mi mar viajero
donde tiro las anclas.

Viento inflamado
de placer, tu cuerpo
ha domado los elementos.

VI. Tríptico

1a
Una estrella
incendió tu vientre.
Yo: una incógnita
en el recuerdo
de una noche solitaria.

1e
Una estrella
incendió tu vientre.
Al despertar
sólo encontré cenizas
en el hueco tibio de la cama.

1i
Una estrella
incendió tu vientre.
Lloré lágrimas rojas
sobre el cadáver
de nuestro placer.
Exhausto, resucité en el rincón
petrificado de nuestros recuerdos.

2a
La noche
cálida y sonora
augura el choque irremediable
de los átomos amantes.

2e
La noche
cálida y sonora
despierta a los gatos oscuros
y los conduce al incendio
de nuestra galaxia.

2i
La noche
cálida y sonora
se desliza
(cómplice eterna)
entre nuestros cuerpos.

3a
Lejana, ausente
eres una presencia
viva, ardiente
en el laberinto
de mis noches solitarias.

3e
Lejana, ausente
anhelo el momento
de nuevos encuentros:
¿qué temperatura tendrá la vida
en el inicio de un nuevo verano?

3i
Lejana, ausente
siembras dudas en mis sueños:
¿cómo puedes llevar
sin tropiezos
mi apagada esperanza
hasta el abrevadero de tu cuerpo?

 

VII

Te recuerdo en cada paso
en cada melancolía.

Estás presente
como el canto del olvido.

Avanzas como sombra a mi lado
vas pegada a mi memoria
como la imagen congelada
en la pupila de un moribundo.

Deambulas por mi alma
desnuda como mi deseo
inalcanzable como tu cuerpo
inalcanzable como mi pensamiento
perdido en un laberinto sin salida.

Te recuerdo…

 

VIII

A veces mis manos
se marchitan al imaginar
que el estremecimiento
de tu piel no estallará
al galope de mis dedos.

Mis ojos agonizan
ante la sospecha
de que se borrará
el placer de tu figura.

Mis oídos huérfanos sufren
pensándote sumida
en sueños ajenos
imaginándote en la explosión
de tus jadeos nocturnos.

Mi olfato pierde la huella
de tu olor de hembra en celo
al cruzar mi territorio de pesadillas.

Mi lengua palpa el frío
de la cama solitaria
donde duermo
con tu recuerdo ardiente.

 

IX

No te extraño.
Simplemente
habitas una ausencia
un rincón de mis ojos
un hueco huérfano
en mis dedos olvidados
un sueño ajeno
que inunda mis vigilias.

No te extraño.
Simplemente
estoy solo.